Ya han pasado 10 días desde que regresé de Sheffield y una semana desde que Stuart Bingham se proclamó campeón del mundo de Snooker, pero la experiencia de vivir el Crucible en primera persona todavía me alucina. Estar cerca de los jugadores, cruzarte con leyendas de la talla de Steve Davis o simplemente caminar por los pasillos de ese teatro fue sencillamente genial, algo inolvidable.
Esta foto de World Snooker es y será uno de nuestros grandes recuerdos. Ahí estamos Marc Codina y un servidor, en primera fila, cumpliendo un sueño, felices, emocionados, rendidos a los pies de todo un gentleman, el subcampeón de este año, Shaun Murphy.
Con uno de sus elegantes trajes y zapatos, ‘The Magician’ sale al escenario y saluda a la crowd, a las 980 personas que llenan el Teatro Crucible de Sheffield, antes de que comience la primera sesión de la semifinal que le enfrentará a Barry Hawkins. Su carácter noble y risueño lo convierte en uno de los favoritos del público, por eso lo reciben con una gran ovación.
10 minutos antes de esta foto hicimos el mismo recorrido que Murphy para tomar esos asientos de prensa. Cruzamos el mítico pasillo engalanado con las caras de los campeones, imaginando la presión y la emoción que deben sentir cada vez que Rob Walker, el speaker, canta su nombre y ellos han de salir al ruedo. No salíamos a jugar pero pasar por ahí dispara tus pulsaciones.
Estamos a escasos tres metros de la mesa y, por tanto, de los jugadores. Tan cerca que hasta podemos ver como Hawkins tiembla al tirar. Pero las mete igual. Desde ahí percibimos muchas cosas que no captan las cámaras que tenemos justo en frente. Desde ahí percibimos la grandeza del Crucible pese a ser, en el fondo, un teatro pequeño.
En nuestra misma fila hay más gente de prensa, como Matt Huart, de ProSnookerBlog, o Monika Sulkowska; justo por encima de nuestras cabezas está el árbitro auxiliar que marca los puntos de cada jugador y asiste al árbitro principal; y más arriba, en las cabinas de televisión, los comentaristas de la BBC narran el partido.
Somos conscientes del privilegio que supone estar aquí ahora, por eso disfrutamos de cada uno de los 165 minutos que dura esta primera sesión de la semifinal. 165 minutos de gloria absoluta y felicidad suprema.