Cuando voy a hacer alguna partida con amigos no billaristas, siempre me hacen el mismo comentario: “He entrado tres, me quedan solo cuatro lisas”. Y si por lo que sea a mi me faltan todavía las siete rayadas, el amigo está contento porque me lleva ventaja.
Es normal: cuando uno se inicia en esto del billar y no domina el juego, está más pendiente de la cantidad de bolas que tiene que entrar que no de la partida en sí. Es decir, preferiría tener cuántas menos bolas de su color sobre la mesa mejor, porque así “parece” que está más cerca de ganar la partida.
Resulta curioso porque a medida que subimos de nivel, nos preocupamos mucho menos por la cantidad de bolas. De hecho, preferimos tener sobre la mesa cuántas más de nuestro color mejor, para así tener varias opciones disponibles. Para poder elegir varios caminos si de repente se nos cierra alguna puerta.
En cierto modo es lógico: cuando tienes pocos recursos (principiante), priorizas el juego fácil y rápido, cuentas bolas; cuando tienes más técnica y táctica (experto), planificas mejor y no te abrumas cuando ves que te quedan unos cuántos tiros por delante. Lo prefieres.
“Vale, David, entiendo. ¿Pero a qué venía eso de los soldados del billar?” Bien, te veo atento. A eso voy ahora.
Muchos billaristas (incluso los que tienen puntería de sobra) piensan que el objetivo es entrar bolas. Lo antes posible y cuántas más mejor. “Si la entro ahora, menos trabajo después”, dicen. Pero se equivocan del todo.
Tener muchas o pocas bolas sobre la mesa puede marcar la diferencia entre ganar o perder, así que es un factor importantísimo. Déjame que te ponga un ejemplo: piensa en tus bolas (lisas o rayadas, jugando a Bola 8) como si fueran los soldados de tu ejército con los que pretendes ganar la guerra (o sea, la partida).
Cada bola que entras es un soldado menos que tienes en tus filas. Cada bola que entras es una defensa menos. Si eres capaz de lanzar un gran ataque que te dé la victoria, no habrá problema. Pero si por algún motivo te quedas encallado por el camino (quedas corto en una colocación, fallas la negra…) estarás vendido. No te quedarán soldados, no te quedarán bolas (ni balas). Tu rival hará lo que quiera contigo y, claro, morirás.
¿Ves la importancia de tener suficientes bolas (soldados) sobre la mesa?
Es vital tener esto claro para no cometer el error que cometen el 90% de billaristas de nivel medio: entrar bolas como churros sin pensar en lo que vendrá después y dejarse los problemas para el final.
Te pongo un ejemplo concreto para que lo veas más claro: hay dos bolas pegadas que no entran en ninguna tronera hasta que no sean liberadas de alguna forma. Como no tengo claro qué hacer con ellas, de momento me dedico a entrar el resto y luego ya veremos. Así, poco a poco me voy quedando sin soldados hasta que de repente me toca afrontar de lleno el problema (ya balas en la recámara). ¿Qué ocurre? Lo normal: que cualquier rival de nivel medio coge las riendas de la partida y la gana (porque es muy fácil defender cuando al rival solo le quedan una o dos bolas).
Se trata de ser consciente y de cuidar bien a tus soldados. Si lo ves claro, adelante, ataca con ellos. Pero si no estás seguro de lo que va a pasar, es mejor que les ordenes quedarse en la trinchera, a la espera de que llegue una mejor opción para atacar.
Y hasta aquí el billarconsejo de hoy. Espero que te haya sido útil y, sobre todo, que a partir de ahora pienses más en los soldados del billar 🙂