Desde finales de junio estoy en Menorca disfrutando de mi refugio, mi casa y, como no, también del billar en el Club Pool Pocket Sa Rotonda de Ciutadella, dónde empezó todo. Te pido disculpas por no haber publicado nada las últimas dos semanas: entre el trabajo, las playas, la familia y los amigos a uno no le sobra demasiado tiempo. Aprovechando que estoy en el origen de mi romance billarístico, hoy me apetecía comentar una fotografía muy antigua y muy especial de mis inicios. Es ésta (lado izquierdo):
Así fue uno de mis primeros punteos en mi primer Campeonato de España de Billar, celebrado en 2005 en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra). La foto acaba de cumplir, por tanto, diez años. Aunque competitivamente allí pagué, como todos, la novatada, guardo un montón de buenos recuerdos de esos días: la semana que pasamos con la amplia expedición menorquina, la primera vez que entré en la sala para alucinar con el centenar de mesas, la primera vez que escuché mi nombre por megafonía, ese primer punteo…
Me enganché al billar en los años del boom, cuando la Confederación Española del Pool (CEP) iba a tope, cuando había cuadrantes de más de 200 jugadores, cuando los billaristas podían permitirse pagarse de su bolsillo una semana de billar en Galicia aunque no se hubieran clasificado y cuando el billar vivía, tal vez, por encima de sus posibilidades. Es evidente que diez años después muchas de esas cosas ahora son impensables: ni está la CEP, ni están los cuadrantes de 264, ni están muchos de los billaristas que antes sí se lo podían pagar todo.
Como ves, por aquel entonces aún jugaba con el Cuetec de mi hermano, un taco mítico que todos hemos cogido en los inicios y al que le hemos puesto kilos y kilos de talco para que patine igual que los demás. Unos meses después me regalaron el Bear con el que aún sigo jugando. No sé si en 2005 era tan supersticioso como ahora, pero tal vez escogí puntear con esa bola porque acababa de cumplir los 13 añitos.
Si el lado izquierdo de la foto es el niño billarista del pasado, el lado derecho es el adulto que disfruta tanto o más que antes. El gran Jean-Philippe Parmentier me tomó esta instantánea en el Deurne City Classic, una imagen con la que podéis comprobar que diez años después mantengo, al menos, dos cosas: el pelo largo y la expresión seria propia de la concentración del momento y, porque negarlo, propia de mi carácter.
Me reenganché al billar en verano de 2014, cuando este pasaba por su momento más crítico: crisis económica, vicisitudes federativas, póker y un largo etcétera. Pero aún así, aún no pudiendo repetir esos campeonatos de España, aún habiendo perdido la competición menorquina, aún viendo que sólo siguen en activo una cuarta parte, si llega, de los jugadores, ha valido la pena. Ha merecido la pena el recuperar una pasión que sin saber porqué aparté durante cuatro años, desde 2010.
En la foto puedes contemplar numerosas diferencias pero sin embargo no se reflejan algunos cambios que he notado con el paso del tiempo. Inevitablemente, ahora veo el billar de otra forma: antes no era consciente de la importancia de las matemáticas o la física para este deporte, ni tampoco paraba mucha atención a algo tan fundamental como el componente psicológico del billar: las dinámicas, los pensamientos, las reacciones, los miedos, las rutinas. Cuando eres adolescente supongo que todo esto te queda aún lejos: no piensas demasiado y te limitas a jugar, jugar y jugar.
En fin, esta ha sido mi metamorfosis billarística de la última década. En 2025 espero poder hacer lo mismo, aunque no sé dónde estará entonces The Billartist 🙂