La metamorfosis del Ars

Detrás del simple juego de bar se esconde un deporte; detrás de colar una bola tras otra en las troneras, un arte que requiere técnica y, sobre todo, cabeza; y detrás de los billaristas que lo ejercen, una filosofía de vida. Como práctica deportiva minoritaria que es, el billar sale poco en televisión —sólo cuando Eurosport retransmite la modalidad más mediática y profesional, el Snooker, o cuando la televisión catalana, que se cargó hace años el Nadal a tres bandes, cubre algún campeonato de carambolas— pero mueve multitud de jugadores que persiguen, o bien entretenerse y evadirse, o bien alcanzar, algún día, el privilegio logrado por unos pocos: ser profesionales. Barcelona ha visto crecer a algunos de los mejores billaristas en sus emblemáticas salas, que capean como pueden la crisis. El Ars, en la calle Atenas 27, es una de ellas.

Es lunes, día de competición. A las 9 de la noche comienza una jornada más de la liga de Pool americano que disputan 23 equipos. El primer día de la semana juegan los de nivel avanzado; el miércoles, los que se inician. Todos caben. La sala abre sus puertas cada tarde a las cinco. Suele haber gente esperando fuera, con el mono de hacer correr las bolas en el tapete. Una hora antes de comenzar la liga ya hay quién entrena en las mesas y quién debate en la barra de bar, lo que acompaña siempre a un club de billar para que sea rentable. Una larga barra de bar presidida por los numerosos trofeos cosechados por Gabriel Carral, ‘el Jefe’. Si en el barrio de Sant Gervasi existe el Ars desde hace casi 20 años es gracias a él y a su amor por el billar.

Comenzó a jugar a los 18 años y en 1995, cuando tenía 25, decidió montar la sala. El local había permanecido cerrado tres años, después de ser una de las principales discotecas de Barcelona, el Studio Ars, abierta en 1988. Cuentan los que pisaron la pista de baile que era un referente, sobre todo para los amantes de la música House. De joven, Carral había estado en la discoteca por la que un día se divirtió el artista neoyorquino Keith Haring. Para nada se imaginaba que años más tarde, en ese mismo espacio, habría 13 mesas de billar —seis de Pool de 9 pies, cinco de 7 pies y dos de carambolas—. Y que serían sus mesas. En las que crecería como jugador hasta llegar a disputar el mundial de Taiwán en 2007, que no ganó, pero sí vivió. Después de ese campeonato decidió apartarse de la alta competición, pero no del billar, su vida. Él también juega con un equipo los lunes.

Una partida en la sala de billar Ars de Barcelona
Foto: Jordi Soteras

El antiguo edificio de la calle Atenas 27 tiene un origen cultural. En los años 60 y 70 fue la sede del Ateneu de Sant Gervasi y en 1972 se transformó en el Teatro Ars, con la representación de la obra Bestiari, de Joan Oliver, musicada por La Trinca. Durante 15 años se exhibieron obras de teatro y se hicieron actuaciones musicales de artistas de la nova cançó como Pere Tàpies, Francesc Pi de la Serra, Maria del Mar Bonet y Jaume Sisa. Más tarde, se proyectaron filmes de cine de autor, como La estructura de cristal de Krzysztof Zanussi o el To Be or Not To Be de Ernst Lubitsch. Hasta que llegó la música house y el billar.

En una esquina del local cuelga del techo una pantalla gigante que retransmite fútbol sin cesar, el deporte de masas que sí vende. Es una buena distracción mientras tira el contrario y un lujo para ver el Barça-Madrid. Justo en la entrada también hay un futbolín en el que muchos jóvenes del barrio tienen puesta ahí su adolescencia. Hoy lo tienen abandonado. El foco está en la competición de billar. Siendo lunes, José Luis no debería estar aquí, pues viene sólo los fines de semana, expresamente para entrenar, desde Borges (Lleida), donde reside. Pero hoy lo han convocado con un equipo y él, encantado. Es socio del Ars y juega a Pool y carambola desde 2007, cuando descubrió, por internet, “la mejor sala de Barcelona”. Por aquél entonces ya despuntaban los campeones que crecieron en el club, David Alcoberro, París Comas o Raúl Hebles.

“El billar requiere de mucha paciencia, muchas horas de entreno y competición”, asegura José Luis, “para alcanzar un nivel que te permita dar guerra a los mejores”. Dar guerra, que no ganarlos. Ha participado en dos campeonatos de España absolutos en los que ha experimentado la ilusión de encontrarse con los referentes de cualquier jugador español de Pool, Paquito Díaz o el mismísimo David Alcaide, recientemente proclamado campeón de Europa de Bola 10 en Chipre.

El billar, que nadie ha sabido aclarar si lo inventaron ingleses o franceses, une. “Es una buena forma de socializar porque conoces a mucha gente y muy variada, desde médicos a cantantes de ópera”, admite José Luis. Lo practican jóvenes, mayores, hombres y mujeres. Elisenda Massa es una de ellas. Juega en el Ars desde hace 15 años, aunque antes podía venir más. Incluso llegó a ser camarera. Guarda buenos recuerdos del “entrañable y acogedor” local. “En el sótano me saqué la carrera de derecho”, cuenta orgullosa. Ha participado tres años en el campeonato internacional VNEA de Las Vegas, quedando tercera en categoría regular en 2010. El año pasado fue subcampeona de España de Bola 8 en Palma de Mallorca.

Adrián observa, tras la barra de bar, el devenir de las partidas. Ya son cinco años como camarero. Vino para servir bebidas pero ahora es más que eso: “También soy jugador, aquí si no lo eres, te haces”. “Somos uno de los pocos locales de billar que aguanta, el otro día cerró uno en Castelldefels, el Jokers”. Y eso que la situación del local, en una calle estrecha que ha pasado tiempo en obras, no ayuda: “Si hubiera mejor aparcamiento vendría mucha más gente”, asegura. Pero no se quejan. Llenar una sala de billar un lunes por la tarde no es fácil. Sin embargo, lo consiguen. Junto al emblemático Ars, en la capital catalana resiste el histórico Club Billar Barcelona, que vio crecer a uno de los mejores jugadores del mundo de tres bandas, Dani Sánchez, o el Monforte, mudado recientemente de la Rambla a la Sagrera.

“Al billar le ha pasado como a la economía de un país, también está en época baja”, cuenta Gabriel Carral. “Pero volverá a subir”, matiza. Además de la liga, Carral organiza cada verano un torneo aniversario. Antes podía traer a los mejores jugadores de España y a alguno de fuera. Ahora se conforma con hacer felices a los locales con un campeonato más igualado. Para Elisenda Massa, el hecho de ofrecer más de diez mesas, campeonatos, buen ambiente y formación para los más jóvenes, hace del Ars un club especial. Un segundo hogar para billaristas, su pequeño templo. Antes de retomar su partida, lanza un deseo: “Espero que nunca lo cierren”.

[button link=”https://www.elmundo.es/cataluna/2014/04/05/534032d9ca4741b1688b4575.html” target=”_blank” style=”info”]Artículo publicado en elmundo.es[/button]

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