No es broma. Lo gané de verdad. Aunque a una única partida. Fue en 2009, durante el Campeonato de España celebrado en Lugo. Bustamante vino a jugar el Open Internacional, junto a otros cracks como Souquet o Feijen. Los organizadores del torneo aprovecharon la infrecuente visita del filipino para montar una mesa de exhibición en la entrada del recinto y albergar un concurso.
Si pagabas 3 euros podías jugar una partida contra ‘Django’ y si le ganabas te obsequiaban con un Wing Rack (que ahora nadie usa porque existen las plantillas pero que seis años atrás aún era el triángulo innovador). Yo no tenía intención de jugar el partido. Pero el compañero ibizenco Manolo Rubio, después de clavarle una tacada al filipino que yo grabé y está colgada aquí, pagó los 3 euros para que yo hiciera lo mismo.
Todavía recuerdo el blandengue apretón de manos que nos dimos antes de empezar la partida de Bola 8. Era un flan. Ponte a jugar ahora, de sopetón, una partida contra el campeón del mundo con un centenar de personas rodeando la mesa y el amigo ibizenco grabando (en teoría) el encuentro con mi móvil. Qué pereza. Qué presión. No había marcha atrás. Al menos el saque era para mí.
Entré bola y escogí rayadas, que quedaron bastante bien. La tacada, factible, era la única forma de vencerlo. Una, dos, tres, cuatro, cinco y seis bolas dentro sin problemas. La séptima también, pero con una pésima colocación para la 8. Quedó la blanca justo en el centro de la mesa y la negra en el punto del triángulo. O sea, esa típica fina que jode. Hay que meterla como sea. Y la metí.
Bustamante me felicitó con otro apretón de manos, esta vez más fuerte, y me dedicó el Wing Rack. De ese instante de pura felicidad sólo recuerdo una bonita ovación del público y un jarro de agua fría segundos después. El que me cayó encima cuando me giré hacia Rubio con gesto alegre y este me dijo: “Lo siento, me parece que no he pulsado play”. Efectivamente, no había pulsado play y, por consiguiente, mi victoria contra Bustamante se la llevó el viento. Rubio puede dar fe de que lo gané y de que no pulsó play.
Me quedaba un último recurso para recuperar esas imágenes irrepetibles. Un responsable de la organización grababa varios planos en cada partida. Así que nada más acabar fui a por él para pedirle si podía pasarme los de mi partido. Me dijo que me avisaría cuando sacaran el DVD de las partidas. Con un simple pendrive habría bastado, pero esa empresa no se caracterizaba por poner las cosas fáciles. 6 años después, aún espero su respuesta. Nunca llegará, porque ya hace tiempo que cerró. Probablemente por no poner las cosas fáciles.
Me quedé sin el vídeo. Pero con el Wing Rack y la máxima satisfacción de haber ganado a todo un campeón. Aunque solo fuese una partida. La más especial de mi vida.