No entrar bola de saque, fallar un tiro recto o dejar la 9 embocada jode muchísimo. Lo sé. Pero querido billarista, quejarte no hará que esa bolita acabe cayendo en la tronera. El billarconsejo de la semana es muy sencillo: no reniegues.
No he hecho ninguna encuesta, pero estoy seguro de que me quedo corto si digo que el 90% de los billaristas hacen algún gesto negativo (sonreír irónicamente, mover la cabeza de lado a lado, golpear el suelo con el taco, mover los brazos con resignación y un largo etcétera) tras fallar o colocarse mal. Incluso los profesionales como Darren Appleton.
Cuando aprendí a jugar veía gente quejándose. Por tanto, yo también empecé siendo quejica. No podía soportar los fallos tontos y me derrumbaba cada vez que ocurrían.
Hasta que un billarista, Héctor Sanz, me hizo cambiar el chip. Cada vez que me enfrentaba a él en un torneo, me fascinaba ver que pese a fallar nunca hacía ni el más mínimo gesto. Se limitaba a coger la tiza y dirigirse tranquilamente a la silla. Simplemente, aceptaba sus errores.
Recuerdo que más de una vez le gané en el marcador, pero era él quien verdaderamente me vencía en actitud. Así, tras un partido me felicitó por la victoria pero me aconsejó que si quería convertirme en un gran jugador, debía corregir urgentemente esos reniegos. “Cada vez que te quejas te estás tirando tierra a ti mismo y estás ayudando a tu rival”, advirtió. Con 16 años, esas palabras quedaron grabadas en mi cerebro. Desde entonces todo ha ido mejor.
Piensa una cosa. No hay ningún deportista capaz de no fallar nunca. No hay ningún billarista capaz de entrar el 100% de las bolas que tire. Por tanto, vas a fallar. Más o menos, pero vas a fallar. Se trata simplemente de estar preparado para aceptarlo con naturalidad. Se trata de dejarte la piel en la partida, pero sabiendo que es solo un juego. La vida sigue.
Puede que lo hagas para liberarte, pero en realidad quejarse sirve básicamente para cuatro cosas bastante pésimas:
- Frustrarte aún más.
- Demostrar al rival que eres débil mentalmente.
- Molestar al resto de billaristas que están jugando.
- Mostrarte como un perdedor que siempre pone excusas.
Así pues, cuando falles y tengas ganas de quejarte, primero piensa esto:
- ¿Quiero enfadarme aún más?
- ¿Quiero demostrar al rival que soy débil mentalmente?
- ¿Quiero molestar al resto de billaristas?
- ¿Quiero que me vean como un perdedor que siempre pone excusas?
Tal vez así cambias de idea. Si no, grábate a fuego el consejo de Héctor y deja de tirarte tierra a ti mismo.
“No hay que llorar cuando se pierde, hay que llorar cuando se traiciona el compromiso”
César Luis Menotti