Raúl Hebles, The Tiger. Cuadro de Ferran Roca.
Cuando su padre compró una mesa para ponerla en casa se lo dejó bien claro: “No la toques que harás un siete”. Pero a Raúl Hebles (1983, Sant Joan de Mollet) le gustaba demasiado el billar como para verlo solo desde la barrera. 12 años tenía por aquél entonces. Y cada vez que su padre marchaba a trabajar, él aprovechaba para tirar unas bolas sin permiso. Hasta que un viernes el padre volvió antes de lo previsto y lo pilló con las manos en la mesa. No le cayó bronca por una razón bien simple: Hebles resultó ser un prodigio con un taco en la mano.
Si no se te llega a dar bien, ese día te habría caído una buena reprimenda.
No quería que me cargara la mesa, así que mi padre me prohibió usarla. Solo podía ver cómo jugaban él y mi hermana. Pero cuando llegó y me vio jugar… Se paró en la escalera un rato, medio a escondidas, y miró lo que hacía. Al final dijo: “Este fin de semana tienes torneo”. Me apuntó al Campeonato de Girona de 2ª y resulta que lo gané.
Vaya, llegar y besar el santo. ¿Jugaba alguien más de la familia?
Mi primo fue el que empezó, luego enganchó a mi padre y a mi hermana. Jugaban ligas y torneos de Blackball, Pool51 en esa época, en el pueblo de Girona dónde crecimos, Sant Joan de Mollet.
¿Como es posible que sin dejarte jugar y sin apenas enseñarte, fueras capaz de coger el taco y entrar bolas con cierta facilidad?
A base de mirar cómo jugaban y copiar su técnica. Siempre he sido muy analítico y me he fijado mucho en los detalles. Supongo que también tendría algo de talento innato. Y muchas ganas de jugar.
Entonces empezaste jugando a Blackball.
Así es. Era la modalidad que más se practicaba en esa época. Pero con 16 años descubrí el billar americano y me cambié. Me parecía mucho más espectacular y además había más oportunidades: más salidas por España, más premios… El gran reto fue adaptar el golpe: en blackball es muy seco y en americano es muy penetrado. Me costó mucho cambiar el chip y de hecho durante bastante tiempo tuve un golpeo “seco penetrado” (risas).
Campeón de Girona con 12 años, ¿qué vino después?
A partir de ahí empecé a entrenar mucho y a competir prácticamente cada fin de semana, lo que me permitió alcanzar un buen nivel. Entre circuitos nacionales (Longoni, Masterpool…) y Campeonatos de España habré ganado alrededor de 15 títulos. Siempre compaginándolo con los estudios, en mi caso la Arquitectura Técnica que hice en Barcelona.
The Tiger es el apodo billarístico de Raúl Hebles. Cuenta la leyenda que ha ganado partidos solo con su mirada de tigre al tirar.
Fuera de España también te ha ido muy bien.
Teniendo en cuenta que llevo un montón de años jugando, soy de los billaristas españoles que ha disputado menos Eurotours. Aún así, en las cuatro pruebas que he jugado me ha ido muy bien, siendo mi mejor resultado un quinto puesto. Por equipos a principios de los 2000 quedamos campeones del mundo de la BCA con Paquito Díaz, Antonio Fazanes y compañía.
Pero desgraciadamente la vista dijo basta cuando pasabas por tu mejor momento de juego.
Tener problemas de vista es muy jodido para un billarista, y a mí me ha tocado sufrirlo. Llegó un punto en que ya no veía como antes y tuve que ponerme primero gafas y luego lentillas. Eso me obligó a cambiar mi juego y a adaptar la técnica. Fue un infierno. Aguanté más o menos esta situación dos años, entre 2010 y 2012, y luego me operé.
Con problemas de vista, pero te cargaste al Iceman Mika Immonen.
Sí, en un Eurotour y en el US Open Ten Ball Championship 2012. Ese fue, de hecho, el último torneo que disputé antes de operarme. Jugar en Las Vegas y encima ganar a jugadores profesionales como Immonen fue impresionante, sin duda es el mejor torneo que he jugado y visto nunca. Recuerdo que con Mika iba perdiendo 5-0 y acabé ganado ese partido de tercera ronda 9-7. Luego gané a Mike Davis Jr. y perdí contra un japonés. En perdedores me crucé con Mike Dechaine y llegamos a la buena. Con el 8-8 salió una partida defensiva y el americano se marcó un bolón que le dio el encuentro. Al final noveno clasificado, que para mi era un resultado excepcional. Y con los 1.750 dólares del premio me operé la vista, salió redondo.
¿Cómo fue la recuperación?
Larga y difícil. Lo complicado era volver a jugar como lo hacía antes de llevar gafas o lentillas. Es decir, recuperar mi técnica natural. Y eso me costó muchísimo. Pero a base de mucho entreno volví a coger la forma. Me sirvió mucho el hecho de poder recibir clases de Alex Lely y Johan Ruijsink en Holanda y de Francisco Bustamente en Rusia.
Raúl Hebles es el billarista que más veces ha jugado con la selección española y que más la ha capitaneado.
¿Nunca te planteaste salir a otro país para dedicarte 100% al billar?
Tuve varias oportunidades, pero me llegaron teniendo ya pareja e hijo y me era imposible. Recuerdo que en un europeo gané a Thorsten Hohmann y esa misma noche me dio su teléfono y me invitó a que fuera alguna temporada a Jacksonville, donde vive, para jugar con él y competir allí. Si me lo hubiera dicho diez años atrás no lo habría dudado.
¿Qué importancia le das al juego mental en el billar?
Muchísima. Diría que es un 85% cabeza, un 10% técnica y 5% talento, dinámicas y suerte. Siempre he procurado entrenar mucho la cabeza porque es el factor decisivo. Me gusta visualizar los campeonatos antes de que ocurran. Si ya lo has imaginado todo resulta más fácil. He leído mucho sobre psicología deportiva y hay un libro que me encanta: La Mente Del Golfista. Aunque no hable de billar es muy recomendable para cualquier billarista.
Te habías operado y seguías en muy buena forma. ¿Porqué decidiste aparcar el billar en 2013?
Se juntaron varios motivos. Llevaba muchos años jugando, algunos torneos dejaron de ser atractivos, perdí la motivación y sufrí algún comportamiento poco deportivo que me terminó de quitar las ganas. En esa misma época me quedé a las puertas de ganar la plaza para jugar todo el circuito del eurotour y eso me fastidió mucho. Entonces decidí apartar el billar por completo de mi vida. Tengo mesa en casa y estuvo más de dos años parada.
Por fuera puedo parecer muy tranquilo pero por dentro soy un nervio. La clave es saber no mostrar tus sentimientos para ser menos vulnerable
¿Qué pasó para que prácticamente tres años después decidieras que ibas a descolgar el taco?
Me volvió a entrar el gusanillo, como ocurre a la mayoría de billaristas que deciden apartarse un tiempo pero que en el fondo aman este deporte. Pocos días después de casarme, en enero de este año me apunté al circuito de blackball Abacat y desde entonces sigo compitiendo en Cataluña
Compitiendo y ganando. Campeón en la primera prueba de Abacat, campeón en la cuarta del Catalunya Pool Tour y campeón este fin de semana en el Open de Carme.
Ha sido un regreso soñado, no podía salir mejor (risas). La gente cree que hace falta ritmo de competición para conseguir resultados pero yo creo que eso es solo un seguro para tu cabeza. Algo con lo que te das confianza a ti mismo. Sin embargo he demostrado que sin apenas competir también se puede ganar. Para eso hace falta lo de siempre: mucho entreno mental. He ganado estos tres últimos torneos a base de luchar y no dar nunca un partido por perdido. El sábado en Carme la final acabó a las seis de la mañana. Estaba agotado físicamente pero mentalmente todavía me sentía bien, y eso es muy buena señal. Muchos entrenan la técnica y muy pocos la cabeza. Es hora de cambiar el chip.
¿Cuál es tu mayor sueño como billarista?
Jugar todo el circuito Eurotour. Estoy entrenando para ello y buscando apoyos y patrocinadores. Ojalá pronto pase de sueño a realidad.
¿Porqué amas el billar?
Porque creas, haces y deshaces. Juegas a ser Dios. Poder alcanzar esta sensación en una mesa de billar es fantástico.